Nunca quise un costurero, ahora recuerdo porqué. No había costurero donde pudiera guardar todo lo que necesitaba y todo lo que guardaba para cuando lo pudiera necesitar. El que guarda, halla, dice nuestro refranero. De tirar nadie se hace rico, dice otro del repertorio.
Siempre he tenido un armario amplio donde guardaba todo, en cajas: la caja de botones, la caja de cremalleras, la de gomas, la de cintas, la caja básica para coser, la de hilos, la de hebillas...
Ahora es la época de ir limpiando armarios, dejar hueco para otras cosas, o al menos, a no guardar más de lo necesario, a reutilizar antes que estrenar. A simplificar y unificar. Por eso quería un costurero que me sirviera para guardar todo lo básico que pueda necesitar cuando quiera coser o repasar o reparar algo de costura.
En una de las argollas, me sirve para tener bien a mano el estuche de las agujas de coser mientras las uso.
Y ahora detalles del interior:
EL ACERICO: lo único que he comprado es la cinta plegada, por aquello de dar un toque diferente y unificador del color a los dos: el que se encuentra en la tapa del costurero y la almohadilla independiente. También está la cinta en los bolsillos laterales para guardar imperdibles u otros aceros.
LA FUNDA DE LAS TIJERAS
las grandes de cortar, y las pequeñitas de precisión
EL LUGAR DEL DEDAL: listo para ponérselo en el dedo corazón y dejarlo con la misma comodidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por el comentario. En breve haré lectura